martes, 17 de septiembre de 2013

LECTURAS DESATENTIDAS: "NO ACOSEN AL ASESINO"

     Hace poco me puse a leer un libro de intriga policíaca que prometía bastante, pero cuando llevaba casi un tercio y todavía no había muerto nadie, decidí aparcarlo sabiamente. El suplente elegido era "No acosen al asesino", que empezaba bien porque a las pocas páginas ya se había cometido el asesinato y eso, en un libro de este género, hace que pinte bien. Pero lo demás ya no pintó tan bien... 

Debo advertir que esta crítica contiene destripes, spoilers y reventones a cascoporro, que luego me agradecerás porque te ahorraré unas horillas.




     El libro, de 2001, es el primero de la serie de la juez (nunca entenderé eso de "jueza") Mariana de Marco, que en sus ratos libres se dedica a jugar a los detectives (y yo pensando que ya estaba la policía para eso). La historia comienza en una región de veraneo en Santander, donde es asesinado un juez retirado a manos de uno de los veraneantes locales. Sí, debe ser la colonia vacacional con más jueces por metro cuadrado del mapa.
     
     Como decía, a las primeras páginas ya se sabe quién es el asesino y, viendo este planteamiento inicial, pensé que iba a encontrarme con una historia tipo "Colombo" en la que el (en este caso la) protagonista del tinglado sospecha desde el principio y empieza, precisamente, a acosar al asesino. Pero no: todo el desarrollo es bastante aburrido, y se usan unas trampejas narrativas tan básicas que en más de dos ocasiones me dieron ganas de dejarlo. La juez haciendo de detective no averigua prácticamente nada, el asesino (a pesar de querer ser totalmente cuidadoso) comete unos errores que dan ganas de darle dos collejas y el resto del elenco son tan mojigatos que hasta las últimas páginas no son capaces de darse cuenta de lo que pasa. Ah, y por supuesto, no podían faltar algunas escenas tórridas del asesino con la prima de una vecina de la colonia de veraneantes... imagino que pensando en la adaptación al cine español.
     
     Pero lo peor han sido esas malditas trampas tan convenientes, que hacen que el conjunto desmerezca bastante, que convierten al asesino concienzudo y meticuloso en un cutre descuidado. Un ejemplo: el arma homicida (una navaja) que desmonta y reparte por varios puntos de la geografía local, es encontrada milagrosamente por la policía. Así, sin más. Otro: para deshacerse de otras pruebas decide quemarlas en su propia chimenea... ¡en pleno verano! Y así con otros detalles que, gracias sobre todo a la casualidad, consiguen resolver el caso en dos páginas, dejando las otras dos últimas para revelar la ¿perturbadora? historia desencadenante del asesinato.

Me debes 6000 pesetas en whisky


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